Los grupos que trabajan en torno a la condición de la mujer se han ido multiplicando. Más allá de las tomas de posición - feministas o no tanto- con que cada núcleo hace una lectura de la realidad y desarrolla sus pautas de trabajo, la multiplicación trajo consigo posibilidades de investigación en áreas específicas, donde la temática de la mujer era inexplorada. Sin duda, las prioridades estuvieron puestas en aquellos territorios donde la mujer es definidamente gravitante a nivel social y la sociedad inmoderadamente rapaz con ella.
Pero en la medida en que se extrovierten algunas problemáticas y se avanza en les prácticas transformadoras, surgen nuevos imperativos de autoconocimiento. En este marco, el arte, en tanto producción simbólica, es un espacio a interrogar. Dos preguntas al respecto se han generalizado: ¿existe una estética femenina? y ¿existe una estética feminista?
A menudo, ambas preguntas surgen confundidas entre sí como si fueran una misma; pero lo cierto es que no lo son. La primera está referida a la eventualidad de que el género femenino, per se, defina una estética propia, mientras que la segunda se interroga sobre la posible existencia de una estética representativa y presentativa de una ideología - la feminista- que incluso o por lo menos en términos teóricos, también podrían sostener algunos hombres. Contestar cualquiera de ambas preguntas exige precisar o al menos diferenciar, los alcances del término estética ya que por un lado éste es utilizado corrientemente para designar cosas diversas y por otro, contemporáneamente se han ampliado sus marcos de referencia originales.
La estética es en principio una disciplina que se ocupa de la sensibilidad en relación a la belleza o si se quiere una definición más vigente, es "una doctrina de nuestra facultad de conocer" como ha dicho Kant. En tanto disciplina y en tanto doctrina, no existe una estética femenina ni tampoco una estética feminista; no porque aquellas carezcan de sexo sino todo lo contrario. Cualquier especulación teórica involucra pautas culturales de quienes las desarrollan, se alimenta en las peripecias del debate y las evidencias del material de análisis.
La estética como teoría de la percepción sensorial ha sido inventada por hombres, desarrollada por hombres, debatida por hombres en su casi totalidad y versa sobre una producción artística desmesuradamente masculina. Sólo contemporáneamente algunas mujeres han abordado el ensayo crítico en el campo de la estética, pero esto no nos debe inducir a soslayar algunos aspectos determinantes como son las pautas desde las cuales se realizan los análisis. Las metodologías de investigación, los paradigmas de referencia para identificar pertinencias de una construcción artística, han sido hasta hoy hegemónicamente trazadas por los hombres desde sus maneras de ver, de hacer y de interpretar y desde una cultura que margina a la mujer como hacedora intelectual.
Finalmente, creo que no debemos temer a que cualquier lógica sea una forma de trampa viril; bien lo dijo Silvia Borenschen: "El feminismo no puede implicar, en última instancia, que debemos dejar de pensar, de sentir, de desear. Nadie nunca pretendió eso. Sin duda, siempre hemos hecho estas cosas de un modo diferente que los hombres. Pero los medios de expresión que tenemos más a mano para comunicar nuestras percepciones, nuestros procesos de pensamiento, -el lenguaje, las formas, las imágenes- no son, en su mayor fa, originalmente nuestros, ni los hemos elegido nosotras.
Aquí estamos todavía en el principio."
Ana Tiscornia